Siguiendo con nuestra conversación de ayer con Christian Felber…
Campo de Energía de Madrid: La corriente de la psicología evolucionista defiende que el ser humano no ha evolucionado (o lo hizo muy poco) desde hace 20.000 años, que somos las mismas personas que fuimos diseñadas para vivir cuando nuestra especie la componía unos cuantos grupos de miles, que vagaban por las sabanas de África…
Christian Felber: ¡Nada de acuerdo! Para mi la evolución es continúa, no tiene botón de stop y, aunque se frenara la evolución del genoma, creo que la conciencia sigue siempre evolucionando. Además creo que hay hasta pruebas científicas de ello.
CEM: Pues también dicen los evolucionistas que el ser humano es un animal que desea e intenta desesperadamente hacer su vida tan rutinaria y estable como le es posible, aferrándose a presunciones y paradigmas fijos, mientras que el mundo sigue cambiando ininterrumpidamente. ¿Nos resistimos a los cambios?
CF: Nuestro grado de resistencia al cambio depende del estado de conciencia en el que uno se encuentre. La evolución de la conciencia que comparto es, de abajo hacía arriba, la ego-conciencia, la etno-conciencia, la conciencia mundial y la conciencia universal. Así que, cuanto más arriba (cerca de la conciencia mundial) esté tu conciencia, menor será tu resistencia al cambio.
CEM: ¿Crees que la educación académica juega un papel fundamental para desarrollarnos?
CF: Desarrollo personal y educación académica son dos cosas distintas. Actualmente, el mayor daño en la humanidad lo hacen las personas más «educadas». Lo veo muy claro. Porque lo decisivo no es el grado de inteligencia pero el grado de apertura del corazón, pues cuanto más abierto está tu corazón más puedes contribuir a la humanidad, independientemente del nivel de educación académica que hayas disfrutado. Estás más conectado, más empático, más compasivo, más cooperativo, más generoso. La educación puede tener efecto para ambos lados: puedes convertirte en una máquina egoísta y destructiva. Que no pase, va a depender de la apertura de tu corazón y del estado de desarrollo de tu conciencia. En la educación académica, depende del tipo de esta: si es holística, si integra la ética, también lo sensual (los sentidos), o si son conocimientos muertos.
CEM: Por cierto, tengo curiosidad: ¿como se pasa de un máster en Filología Románica a dar clases de Economía?
CF: (risas) Se explica muy fácilmente: quería estudiar «universología», en las universidades. La palabra «universidad» viene de «un sólo verso», universo, significa que todo lo que podemos percibir, sentir o reconocer, es un Todo coherente, eso quiere decir universo y la universidad debería ser un sitio donde estudiar ese Todo coherente. Pero a día de hoy eso no se puede, sólo se pueden estudiar partes del Todo, y partes cada vez más pequeñas. Por eso les llamo «multiversidades», «poliversidades» o incluso «perversidades», pues se ha pervertido (que es lo mismo que invertido) el sentido originario de la universidad. Y estas pequeñas fracciones, secciones, no me interesan. Me aburren, son sosas. Y la Economía, tal como se imparte hoy en día, es aburrida porque está reducida a pocos pensamientos y se va en una dirección de la sistematización cada vez más estrecha y es peligroso. La sistematización la observamos en la preponderancia del sistema financiero que no tiene ninguna conexión con la vida, con los productos, con la satisfacción de nuestros ideales, con las buenas relaciones laborales y los mercados… Me parece un gran peligro esa desintegración del holismo universitario, por eso me ocupé de la Economía desde un enfoque holístico. Y por eso fundé organizaciones como Attac, escribí libros, y eso le ha gustado tanto a la Universidad de Viena que me preguntaron si no quería dar clases. Así soy profesor asociado de una asignatura que se llama «globalización y alternativas económicas.
CEM: En tu libro La Economía del Bien Común (ed. Deusto), propones 6 contenidos básicos para cualquier curso escolar: educación emocional, educación ética, educación para la democracia, educación para descubrir la naturaleza, conocimiento del cuerpo y educación comunicacional. En esta última, se aprendería «sobretodo a escuchar. A prestar atención, a tomar en serio, a discutir objectivamente sin ofensas personales o valoraciones», que son actitudes en falta hoy en día. ¿Crees posible una economía del bien común si no aprendemos a comunicar?
CF: No, de ningún modo. Tiene que ir uno de la mano del otro.